sábado, 14 de agosto de 2010

Río, vos.

Pan de azúcar tus manos,
puras y negras, vívidas
cálidas, amantes manos tuyasmías.

Pan de azúcar tus ojos abiertos
inquietos curiosos ojos
que todo lo quieren ver.

Pan de azúcar tu sonrisa franca, niña
entera sonrisa que revela
el hombre que sos.

Pan de azúcar no te conocía,
te intuía de a ratos, sabedora sin mapas.
y aquí estás, río,vos.

Dicen.

-Dijiste poca edad.
- Dije poquedad.
Pocaedad, poquedad, oquedad del decir.
Dije que yo era muy chiquita, frágil, indeleble ser.
Dije y me dijeron que sonreía a pesar de todo. Ríe la niña y conjura la oscuridad del mundo, el imperdonable pecado de haber nacido.
Una desgracia vuelta poder.

viernes, 13 de agosto de 2010

Temblor.

No supo qué decir, el estómago pedía a gritos algo que comer. Irrisorio, absurdo querer comer cuando la esquina se desvanecía tan de golpe, tan de verdad.
De a uno, los ladrillos comenzaron a desmadrarse, el pegamento terminó súbitamente su razón de ser y se despegaron los mosaicos. Sin aviso, sin run run previo, el muro empezó a desgajarse, seguro en su desintegración. Cuánto sostenía ese muro insignificante….
Por qué no correrse? Por qué no buscar refugio? Por qué ese tremendo empecinamiento en quedarse a la intemperie, rasguñada por el viento y el frío, por el tremendo caer del muro…?
Si la energía se condensara, esos ojos fulminarían la obstinación de la caída. Pero el alegato gana, gana la trocha transitada, gana la puta y envilecida costumbre de quedarse a la intemperie, carroña. Viendo el ocurrir de la destrucción.
Sabe perfectamente que en esas coordenadas se mezclan furtivamente el agua del arroyo y la podredumbre del fango extemporáneo. Y cristalizan en mierda. Pero no puede, o no sabe, evitar el paralelo 22´34”, es así, una y otra vez el bote se anega en esas aguas.

En Lima.

Me despierto, me voy despertando…Es cursi, pero me voy despertando y sigo siendo feliz desde la profundidad de mi inconsciente, que hoy le hizo decir a mi analista: y vos, para qué querés venir?
Y hay una piel ancha y amplia que es mía, respira y tiende sus seudópodos insistentes, reincidentes, extraviados. Y descubro cada mañana dermis donde alguna vez hubo palabras, ideas.
Amanezco con el océano al oeste y mi tendencia al río al este se ríe, a veces, y a veces reza, otras llora. Pero siempre las ganas de remolonear, de demorarme en el abrazo, en el entretejido que exuda noche, que incita.
Después, pasito a paso avanzo por una ciudad que no es mía pero me recibe, veo caras que no son las que he visto toda la vida, descubro gestos, cadencias, andares, acentos, intercambios….Me defiendo como puedo de la violencia de los que manejan autos, coches viejos, mega camionetas de ostentación burda, trazo mi ruta, disfruto del nuevo Metropolitano que me cobija como lo conocido.
Recibo cada vez que ocurre como una epifanía el vuelto de un pasaje que puede valer lo que el cobrador diga, o lo que la pinta del pasajero insinúe, pero no, vale una china (cincuenta centavos) porque es corto el viaje.
Me dejo embriagar por el sol cuando quiere apoderarse de la ciudad gris, y sonrío de pura gratitud. Y así ando, zombie de amor.