miércoles, 12 de octubre de 2011

La mesa está servida

Vino y se sentó a mi mesa.
Le hice señas para que pasemos al fondo, no quería que lo vieran conmigo.
Se sentó y conversó como antes, como si no hubiera descarrilado el tren.
Apoyó sus manos crudas en la mesa y me miró, después de tanto tiempo.
Una como incomodidad se revolvió en mí, quise testigos cercanos.
La fonda estaba llena, ruidosa, oscura. La mesera repartía platos de sopa colmados y medias botellas de vino, un poco de pan por favor.
No se quitó la gorra raída cuando empezó a remojar el pan en la sopa, los dedos ahogándose.
No quería saber, no preguntaba. Se quemaba.
Casi no le veía los ojos, no podía saber lo que estaban diciendo al verme.
Aghh, quema! Sonreí. Sonrió. Vale.
No sa había movido, pero era como si se hubiera acercado, barriendo con toneladas de escombros.
No se muy bien, creo que sigo sentada en esa fonda, oscilando pesada, inerte, perpetuamente subyugada.
O tal vez salí, en algún momento junté fuerzas y salí. Pero él me persigue, se pega a mí como una culpa. Lo veo apoyando un pie en el muro, saboreando de reojo mis derrotas.

1 comentario:

  1. tremendo. inolvidable. una película condensada. un par de escenas de esas que se recuerdan cuando uno cuenta la parte importante.

    ResponderEliminar