jueves, 1 de septiembre de 2011

Empacho

Borbotones de ti
y vomito.
Tender hacia adelante como una flecha, y quebrarse.
Bailar, saltar, gritar
huir.
Es duro el quedarse, no hay Cristo que parta para nosotros el pan.

La orquesta

Viene para quedarse, monta desde atrás, como un ejército bueno, imposible. Me acecha, merodea (me rodea?) mi cueva, la dejaré abierta para que entre y se siente. Miraremos desde la boca de la cueva al mundo, y nos reiremos. Con su percusión fina, exacta, daremos golpes de gracia, un poquito acá, allá, donde sean bienvenidos los vientos. Los violines nos harán bailar, y la cueva se transformará en el mejor escenario, en una excusa para no salir más. Daremos saltos elásticos, irrumpiendo en la monotonía del acontecer. Seremos.


Una voz de fondo nos guiará en do sostenido, variaciones de la misma poesía. Las cuerdas de nuestros brazos sostendrán la pantomima, y nos luego nos expondrán en una vitrina de objetos extraños.

Desde aquí se ve el halo que habita el mundo, doloroso. Un teclado agarrotado, impotente con sólo un abecedario. Una vieja marchita rebusca en las bolsas abandonadas. El tren ése que no llegará. La mar permanente. Una podredumbre antigua. Y pequeña, imperceptible, esa flor amarilla, fanática, empecinada.

Palabras que se repiten. El coro de instrumentos jugando, gritando, enloqueciendo por cortar la flor y regalármela.

Espérame

Espérame que volveré.
Sólo que la espera será dura.
Espera cuando te invada la pena, mientras ves la lluvia caer.
Espera cuando los vientos barran la nieve.
Espera en el calor sofocante,
cuando los demás hayan dejado de esperar, olvidando su ayer.
Espera incluso cuando no te lleguen cartas de lejos.
Espera incluso cuando los demás se hayan cansado de esperar.
Espera incluso cuando mi madre e hijo crean que ya no existo,
y cuando los amigos se sienten junto al fuego para brindar por mi memoria.
Espera.
No te apresures a brindar por mi memoria tú también.
Espera, porque volveré desafiando todas las muertes,
y deja que los que no esperan digan que tuve suerte.
Nunca entenderán que en medio de la muerte,
tú, con tu espera, me salvaste.
Sólo tú y yo sabemos cómo sobreviví.
Es porque esperaste, y los otros no.
Espérame, de Konstantín Simonov

Vals

baila y sus pies escriben palabras que no osaría pronunciar
el suelo deviene una página en blanco
y escribe
cruzar el océano, amar
las baldosas repiten mántricas un coro que la acuna
estirar los brazos y comer la manzana
degustarla lenta, devolverla impúdica hecha semillas y cáscara, fértil
a un lado, al otro, mecida por eso que no existe, eso que es puro deseo
cerrar los ojos en sus brazos
sonreir apenas, virar la cabeza, acomodarse el cabello
oscilar en el salón de sus sueños, reina
dejarse acariciar por su voz, añorar
descomponer las figuras que se dibujan en el salón
brillar
no entiende lo que pronuncia
a un lado, al otro, a un lado, al otro, mecerse
acuñar el ritmo de la vida sin frenesí
decolorarse y tornarse un vals un murmurllo una vida.