A veces es así, se instala una nube pluviosa sobre mi cabeza
y los ojos se me tiñen de gris. Llueve y es como si todo doliera más. Las
calles se desdibujan y mis pasos también. No recuerdo adónde iba.
A veces necesito gritar fuerte para que todos me oigan, para
oírme yo y recordarme que estoy viva, que eso que me recorre es sangre y vida.
A veces quiero desaparecer como un caracol entre las
plantas, esfumarme, hacerme agua y resbalar.
A veces necesito sentir el sol con todas mis fuerzas. Se me
sale la piel buscando un poco de luz y de calor. Y no hay más que un paraguas
desvencijado y sucio en la entrada.
A veces me atrinchero en mi rincón y me río de todos los que
se protegen. Y de los que andan desnudos. También me río de mí y lloro.
A veces, que son períodos, no hay descanso, ni abrigo.
Otras veces la vida es otra cosa.
Cielo límpido de la sierra.
¿Se puede llamar en esos momentos a tu puerta, y pedir permiso para abrazar incluso a la tormenta?
ResponderEliminarTe abrazo siempre.
Se puede llamar siempre, no hay puerta. Ni permisos que pedir.
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