Me pregunté si no me gustaba más escribir la vida que vivirla. Me lo seguí preguntando durante años y todavía no sé, o no quiero saberlo.
Padecía el mal de Cervantes, ése que hace que lectores ávidos vivan su vida a través de la literatura. Encuentran en el magma de las palabras más vida que en las calles abarrotadas de gente.
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