jueves, 18 de julio de 2013

Una y otra.



Una, tomando un avión en Milán, hecha mierda, con ojeras y sin saber cómo va a estar la fiesta. Otra,

tomando un taxi en Lima de camino a una Conferencia en una ciudad sin sol en la que se siente sola y sin ganas de pensar en nada.

Mientras yo sólo las contemplo

Y las completo.

Una. 

No sé por qué, nunca supe bien por qué me subí a ese avión.
Quién era el tipo que se casaba? Qué carajo me  importaba que un energúmeno más, con su energúmena,  fueran a cumplir el pulcro y maniatado ritual de mirarse a los ojos para prometerse lo que nunca iban a cumplir, lo que ni siquiera habían soñado nunca.
Por qué? Por qué me subí a ese avión? Y no sólo eso, por qué antes deambulé posesa por toda la ciudad buscando los zapatos que combinaran sutil y perfectamente con la tela de mi vestido, por qué no me senté a hablar con Dolores, que me esperaba del otro lado del océano a cinco horas de diferencia, encuentro pautado como nunca, e incumplido, como siempre. Por qué fui la más linda de la fiesta? Por qué oculté perfectamente mis ojeras de angustia, de sopor existencial, de aburrimiento?
Porque Julio, cien veces Julio, mil veces Julio me toma de la cintura y me respira al oído.

Otra. 

No sé por qué, nunca supe bien por qué fui a esa conferencia.
De qué hablaban esta vez en la megauniversidad? Qué carajo me  importaba que un energúmeno más, con su coro de energúmenos,  fueran a pronunciar un pulcro y maniatado discurso sobre la importancia de la ética en la investigación científica, mentira de mentiras, todos sabemos lo que pasa, cómo se otorgan las becas, los premios, los Honoris Causa.
Por qué? Por qué me subí al podio? Y no sólo eso, por qué antes deambulé posesa por toda la ciudad buscando los zapatos que combinaran sutil y perfectamente con la tela de mi tailleur, por qué no me senté a hablar con Rebeca, que me esperaba del otro lado del océano a cinco horas de diferencia, encuentro pautado como nunca, e incumplido, como siempre. Por qué fui la más estricta de los oradores? Por qué oculté perfectamente mis ojeras de angustia, de sopor existencial, de aburrimiento?
Porque Máximo, cien veces Máximo, mil veces Máximo me toma de la cintura y me respira al oído. 


Mañana.

Azul se pone los pantalones nuevos, la remera de siempre, las sandalias chatas y va a la cocina.
El sol entra por la ventana, con un poco más de fuerza desde hace unos días, obligando al invierno a doblar ya su manta. En unas semanas los tilos de la puerta echarán sus brotes y una vez más la alergia. Y el vestido violeta.  El olor del verano, ese perfume al anochecer mezclado con una sensación ambigua de remanso y potencia, la hibridación de sentires de todo atardecer.
Se está por acabar la yerba, habrá que anotarlo en la lista que cuelga de la heladera, pero hay todavía para unos días más, dos o tres pavas por día.

Qué raro que Dolores aún no se despierte. Piensa que le gusta cuando es así, esos días en los que la niña se escurre plácida en el sueño y le regala el milagro de acercarse a la cuna con el mate, gusto a yerba en la boca, la cara aún sin lavar, remolona. Verla dormir. Estar con su cabeza perfectamente redonda volteada hacia un lado su mano cerrada en un puño blando, la hilera de sus pestañas desvistiendo la mentira del mundo.

miércoles, 17 de julio de 2013

Erase una vez.

No, no, no. No hay nadie ahí. Es más atrás de la conciencia, mucho más atrás.
Nadie sabe nunca nada.
Lineas quebradas, discontinuas, que un día se revelan una. Continuidades sin trance, sin puente.
Dislocaciones inconscientes. Desplazamientos. Mudanzas de jardín, malos hábitos que viven en cuartos cerrados, cansados, viejos. Superpoblados. Hartos de ser transitados.
Permanecer. Persuadir. Perseguir.
Pertenecer.
A quién? A dónde? Hasta cuándo?
Rondas de puro enunciado desmentido. Piropos y virtudes negados en los cuerpos.
Mi cuerpo interponiéndose como barrera entre el decir de los otros y yo.
Qué yo?
Dos conviviendo. Cataratas, acuerdos, disputas.
Precipicios devenidos cuna. Flores, muerte.
Una barrera de impostura deteniendo ademanes ajenos. Desmintiendo pretensiones, acercamientos.
Acechanza de mí misma.
Un fotográfo retratando mi sempiterna imposibilidad. Yo ahogada dentro mío, luchando por sentir, por salir. Ser. Gritar. Arrancarme por fin la piel de cordero. Parirme. Parir mi yo.

Huida, como siempre.






Lo miraba sentenciadora.
Me vio y supo.
Intentó fugarse en su bicicleta.
Daba vueltas y vueltas. Yo lo perseguía.
No lo alcanzaba, como en todo sueño.