El abuelo estaba por llegar. Las gallinas en el fondo jugaban a desplumarse.
El olor de la salsa de tomate invadía la casa entera. Eran felices. Todos.
Salí de mi casa hace mucho tiempo, muchas vidas.
Anduve a tientas.
Ahora esta mujer que soy acaricia mi cabeza y me calma.
Algo en esas manos me hablan de un hogar.
No tengo a nadie más que a mí misma.
A veces necesito hacer un alto, lamerme las heridas, perdonarme, seguir.
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