Un mate

Hace rato que está sobre la mesa, olvidado casi. Viniendo de no sé dónde Manuel lo acerca al termo y se ceba un mate. Siempre es así cuando se cansa, Manuel vira los ojos hacia otro lado y se va, se va allá quiero pensar yo, pero puede que tome un atajo y busque un lugar tranquilo. El termo deja caer tres gotitas de agua en su pantalón formando un trébol. Tres gotitas como punzones agujereando su modo tan seguro de estar en el mundo. Tres gotitas declarando a gritos su fragilidad.


Habla, Manuel empieza a hablar de no sé qué esquina que están derrumbando, levanta enérgicas las manos, como siempre, y habla y esas gotitas impúdicas me dicen todo lo que él guarda. Tres gotitas como en el pantalón de cualquier otro. Tres gotitas sin jerarquías ni pretensiones. Tres gotitas sin doblez delatando lo que nos une.

El mate va y viene en telaraña. Definitivamente es muy feo ese mate, pero cómo deshacernos de él; cómo si somos incapaces de tirar las flores cuando se marchitan, aunque huelan horrible. Sí, sí, hay que hacer algunos cambios. Podríamos sacar de una buena vez esa cortina verde, gorda, opaca, para qué queremos esa cortina que nos deglute toda la luz de la tarde?

Cómo puede Manuel seguir hablando con esas tres gotitas ahí en su pantalón, corroyéndolo? Tres gotitas como ases escondidos y certeros.

-Este termo es una cagada- se da cuenta. Estruja el repasador (que también habría que jubilar) con una mano y se frota enérgico la mancha de agua. -Además me tengo que ir- me dice mientras en un solo movimiento me da un beso en la frente, agarra la campera, se mira la pierna y busca las llaves.

No lo acompaño, pero lo escucho bajar los escalones de dos en dos.

Junto un poco las cosas y me asomo a la ventana, alcanzo a verlo justo doblando apurado la esquina. Alguien hizo podar el tilo, qué pena!

Hace rato que no conversamos en serio con Manuel, más bien es en serie. Sí, en serie, diálogos prefabricados salidos de cualquier cola en el almacén. Parágafros recitados de memoria sin que nada se nos ponga en juego. Por qué? De qué nos protegemos? Qué tesoro de cuarta estamos cuidando?

Es dificil, ya sé que es dificil dialogar, subirse a los párrafos escarpados, investigar, hurgar, dejarse guiar, llegar a vericuetos vírgenes adentro nuestro. Abrir a sablazos mundos desconocidos. Pisar por primera y tal vez por única vez terrenos inobservados, inesperados. Por qué ya no hacemos más esos paseos Manuel? Por qué ahora sólo das cátedra y yo pongo cara de buena alumna? Cómo es que ya no nos gana ese afán de diálogo que estira los límites del mundo? Más nos conocemos y más nos gana la forma de un algo que no sucede. Empuñar las armas del espíritu, del corazón y de la inteligencia para ir con otro, con otros, a la conquista de mundos impensados. Hacemos de cuenta que, y al final la costumbre nos gana, nos agarrota, nos puede, nos seca, nos petrifica. Y entonces el mundo se vuelve uno y cerrado. Fingir palabras o apalabrar lo dificil, lo impronunciable, lo nuevo, crear el mundo y a nosotros mismos al nombrar, treparse a la torre con el entusiamo de saber que enfrente hay otro expedicionista loco. Ir de paseo por un diálogo como en uno de esos viejos caballos de alquiler, sin esperar nada más que hacer el recorrido, ir de Palermo a Catedral, punto, me bajo, aqui no hay nada. O animarnos a montar un pingo salvaje, dejarnos llevar por arenas movedizas, explorar, soltar las riendas de la avidez, de que el mundo sea más amplio... Dialogar como en una historieta o como en una aventura. Hacer de la vida un trámite o una vida (esto ya te lo dije no?), pero juro que si hay algo que no quiero es precisamente eso, tramitar la vida.

No voy a llenar tu formulario Manuel.